El empaque ha dejado de ser un simple contenedor para convertirse en un actor determinante en el proceso de compra de un producto.

No existe otro elemento del mercadeo que interactúe tanto con los consumidores; un buen empaque trasciende barreras del tiempo, incluso del lenguaje, ayuda a segmentar el mercado y es pieza fundamental en el desarrollo de una identidad corporativa.

Realizar un empaque es mucho más complicado de que parece, ya que además de las obviedades como la contención o el atractivo, un empaque tiene un rol informativo ya que detalla las instrucciones, elementos que lo componen, vigencias, registros y le habla al consumidor acerca de los beneficios y la reputación de una marca; además tiene un rol responsable ya que debe reflejar la credibilidad del producto y conectar con la actitud del consumidor.

Un buen empaque tiene la obligación de reflejar la esencia del producto, descubre su razón de ser y comunica creativamente su personalidad.

Para crear un empaque un diseñador está obligado a poner todo su talento y oficio en beneficio primero de la función y luego de la información, pero además ha de ser lo suficientemente ingenioso para destacarse no sólo de la competencia directa sino de la góndola en general.